Es tu segunda temporada como entrenador del TSG 1899 Hoffenheim sub-19. ¿Cómo llegó a plantearse tu contratación el año pasado?
Tobias Nubbemeyer: El director de fútbol base del TSG, Jens Rasiejewski, quería que el club volviese a sus raíces y que el estilo de juego de los equipos juveniles se acercase más a las ideas de Ralf Rangnick: intensidad en defensa, presión tras pérdida instantánea y transiciones rápidas. Jens buscaba a alguien que personificase esa filosofía y fuese capaz de implementarla. Como yo era exactamente la persona que estaba buscando, no tardamos en llegar a un acuerdo.
¿Por qué no estaban igual de presentes las ideas de Rangnick?
Ralf Rangnick fue entrenador del Hoffenheim hasta principios de 2011 y era normal que, con el tiempo, sus ideas se hubiesen diluido. Además de que hubo cambios en el cuerpo técnico, los entrenamientos cambian y van adaptándose a las tendencias futbolísticas. En estos últimos años, muchos equipos del Hoffenheim se han identificado con el fútbol de posesión, pero mi objetivo era el opuesto. Aunque ese estilo de juego también me parece importante, creo que todo parte de la defensa, los esprints y las transiciones. Esos tres elementos son los cimientos de todo lo demás. These are the cornerstones, the foundations for everything else. El siguiente paso es hablar de cómo construimos el ataque, cómo nos ofrecemos a los compañeros o cómo superamos las líneas rivales.
¿Qué es lo fundamental de su juego sin posesión?
Queremos presionar con intensidad y en posiciones avanzadas, anticipar los movimientos de nuestro rival y aplicar esa presión con aceleraciones selectivas y automáticas. Estamos constantemente en pos del balón. Queremos ser contundentes y asertivos en los duelos, recuperar la posesión y atacar la portería rival lo más rápido posible.
¿Qué pasa si un futbolista sale tarde a un esprint?
Los esprints hacia el rival parten de una línea compacta. Los jugadores apenas dejan huecos entre ellos, por lo que siguen conectados y se mueven de forma colectiva. Los jugadores más alejados del balón basculan y analizan constantemente las posibles opciones de pase, con lo que intentamos estar siempre en contacto con el rival. Si uno de nuestros jugadores esprinta hacia el jugador que tiene la posesión pero no logra su objetivo, el siguiente jugador ya estará de camino. Hay tan pocos huecos entre nuestros jugadores y nuestra red defensiva está tan bien construida que podemos volver a presionar enseguida, inducir al contrario a cometer errores e incluso recuperar la posesión cuando nos superen. Nuestras líneas solo retroceden en casos excepcionales, como cuando el rival lanza un contraataque.
¿Cómo transmites ese estilo de juego a su equipo? ¿Cómo realizaste ese «cambio de sistema»?
Para mí, era fundamental no desviarme de mi método de trabajo. Por supuesto, al principio me tocó convencer al equipo, pero, a medida que avanzaba la temporada, empezamos a entender las cosas de la misma forma, hasta que llegó un momento en el que fuimos todos a una. Las sucesivas victorias nos demostraron lo que podíamos conseguir jugando así y lo divertido que podía ser. Esta temporada, tuvimos que disputar una parte del partido ante el SC Friburgo en inferioridad numérica. Varios jugadores quisieron retrasar líneas y «poner el autobús», pero yo me negué. No quiero que se echen atrás aunque jueguen con un futbolista menos. Les dejé claro que íbamos a continuar con la presión alta. Al final, tuvimos fases de juego muy positivas y mis jugadores vieron que este modo de defender podía ser muy eficaz.
¿Utilizas alguna estrategia concreta para transmitir esa información?
Todo lo que hago está cimentado sobre mis convicciones. Tengo que transmitir mi pasión por este estilo de juego. Me gusta la intensidad en defensa, la presión sobre el balón y las transiciones rápidas. Si ejemplificas esa pasión y la combinas con mecanismos en los entrenamientos para repetir y acrecentar la actitud que quieres conseguir, llega un momento en que los jugadores despiertan y contagian su entusiasmo al resto.
El año pasado, Kelven Frees adoptó rápidamente esos conceptos y llegó a personificar mi estilo de juego. Entonces, comencé a alabar su actitud para indicar a mi equipo cuáles eran mis expectativas. Al final, Kelven se convirtió en uno de los tres capitanes.
¿Qué pasa cuando su equipo recupera el balón?
En la medida de lo posible, cuando recuperamos la posesión nos centramos en la velocidad, con el objetivo de aprovechar la desorganización del rival para marcar. Eso ocurrió, por ejemplo, en los partidos de liga frente al Borussia Dortmund o el 1. FC Kaiserslautern. Obviamente, tenemos conceptos para cuando el equipo tiene la posesión, pero cuando asumí el cargo teníamos que centrarnos en poner los cimientos para el juego sin balón.
En caso de partir de una posesión organizada, ¿cuál es su plan de juego?
Nuestra idea es usar pases cortos para llevar el balón al campo rival. Los pases cortos obligan a los defensores a moverse y, al mismo tiempo, nos ayudan a construir una red compacta. Si el rival espera atrás, el equipo avanza líneas para ocupar su mitad del campo. Si opta por una presión alta, atacamos el espacio a su espalda. Para atraer al equipo contrario, concentramos el ataque en una banda y luego cambiamos el juego a la opuesta para salir de la presión a base de combinaciones.
No somos un equipo de Roberto de Zerbi, que se queda detrás del balón para atraer al rival hacia su propio campo. Nosotros nos movemos y hacemos circular el balón para romper esa estructura compacta.
En una entrevista, dijiste que tu intención es llegar a la portería rival con solo tres pases después de recuperar la posesión. ¿Tienes previsto emplear ese estilo de juego directo?
Nuestra prioridad es jugar por el centro, pero, si la defensa nos lo impide, atacamos por las bandas. Por lo tanto, el número de pases que hacen falta para disparar a puerta depende siempre de cómo juegue el rival. Unas veces necesitamos cinco o seis pases, y otras veces necesitaremos diez. Estudiamos cómo presiona el equipo contrario y cómo podemos encontrar espacios en función de su comportamiento, esquema y estilo de juego cuando no tiene el balón. Eso es lo que determina si cambiamos el juego o lanzamos un ataque más directo. Por ejemplo, en la final de la liga alemana, el Borussia Dortmund retrasó sus líneas e intentó hacernos daño al contragolpe. Entonces, decidimos aprovechar mejor los espacios intermedios para generar situaciones de superioridad numérica en el centro del campo. El uso de pases cortos para atraer a los defensas nos permitió ocupar los espacios con rapidez.
¿Cómo definiría el trabajo colectivo de su equipo cuando tiene la posesión?
Mi cuerpo técnico analiza al rival y luego, tanto dentro como fuera del campo, muestra a mis jugadores cómo presiona el equipo contrario y el espacio que tenemos que dominar. En los partidos, dirigimos a nuestros jugadores y vamos realizando ajustes en función de la situación. No obstante, empleamos ciertos principios básicos como «ocupar todos los espacios». La idea es situar un solo jugador en la banda, y al menos otro en los espacios intermedios y en el carril central, algo que suele suceder automáticamente debido al esquema que adoptamos con la posesión del balón. Esta forma de abrirnos y abarcar el campo nos permite atacar los cinco carriles en cualquier momento. Si fijas al rival a lo ancho del terreno de juego, puedes hacer un desmarque en diagonal hacia la portería, esté dónde esté el balón.
Para garantizar la ventaja numérica en el centro, solo situamos un jugador en la banda. Tener dos jugadores en cada banda supondría concentrar el juego en esas zonas de forma automática y habría menos conexión entre las distintas líneas. Sin esa conexión, se pierde energía sobre el terreno de juego y se hace difícil dominar la dinámica del partido.
Habla de energía y de dinámicas. ¿Cómo se reconocen en un campo de fútbol?
La dinámica de un partido viene determinada por la zona en la que se está jugando. Si el balón está más cerca de tu portería, quien está en una dinámica mejor es el rival. Por contra, si tu equipo se ha establecido en campo contrario y tus jugadores están ganando los duelos importantes, entonces es al revés.
Nuestro objetivo es llevar el juego al campo contrario, presionar al rival frente a su propia portería y forzar errores. Queremos imponer nuestro estilo de juego, de forma que, si el balón pasa mucho tiempo cerca de nuestra portería, significa que tenemos que cambiar algo.
En ocasiones, el contrario se conforma con quedarse en su campo y tratar de hacerte daño a la contra.
Eso nos viene bien, puesto que nos permite acercarnos a su portería sin encontrar mucha resistencia, así como cortar cualquier intento de contragolpe con nuestra defensa y presión tras pérdida. Eso no siempre funciona, por supuesto. Por ejemplo, el Heidenheim nos ha marcado tres goles al contraataque esta temporada. Tenemos nuevas incorporaciones y todavía se están adaptando a nuestro estilo de juego. Es cuestión de tiempo. Estamos trabajando para que los defensores estén dispuestos a todo para proteger su portería. Además, estamos puliendo nuestro comportamiento en el uno contra uno y centrándonos en la defensa contra las paredes. También tratamos de hablar un mismo idioma.
¿Qué haces para que el equipo hable ese mismo idioma al que te refieres?
Siempre interrumpo la sesión de entrenamiento si veo que no hay conexión entre los jugadores y sus acciones no están bien coordinadas. Es un problema que atajo al instante. Si lo dejo pasar, puedo dar a entender que no pasa nada si vuelve a suceder en los ejercicios siguientes o incluso en situaciones de partido.
Para mí, la sincronía, es decir, la coordinación de mi equipo, es sumamente importante e intento fomentarla. Si el ambiente es positivo en general, es más fácil que se establezcan esas conexiones. Si los jugadores discuten o se quejan, sucede al contrario. Yo presto mucha atención a este tipo de situaciones y las abordo directamente, aunque me gusta más emplear ejemplos positivos que negativos. Queremos crear una cultura del entrenamiento que permita que surjan líderes. Esos líderes personificarán nuestros principios de comunicación, ejercerán una influencia mutua positiva y pedirán a los demás que compartan su alto nivel de exigencia. Nuestras acciones y nuestra cultura del entrenamiento apoyan y protegen su actitud.
En resumen, no es lo mismo gritar a alguien por no correr que motivar a ese mismo jugador para que lo dé todo en el siguiente esprint. He aprendido a ser muy consciente de los distintos tonos de voz y tipos de comunicación, y no tardo en darme cuenta si hay alguna carencia en el cuerpo técnico o el equipo. En ese caso, hago lo que sea necesario para reconducir la situación.
¿Cómo fomentas las acciones positivas y el apoyo mutuo?
Por una parte, motivamos a los jugadores y los animamos a actuar positivamente durante las sesiones. Además, empleamos charlas individuales para poner el foco en sus acciones y estimular la autocrítica. Si alguien habla con un tono acusador, no puede haber sincronía ni conexión entre los jugadores. Lo que hacemos es ponerle un espejo delante a la persona y emplear un enfoque que solucione el problema para el futuro. Los pequeños cambios de comportamiento tienen un efecto significativo en los compañeros.
A esta edad, muchos jugadores no se conocen del todo a sí mismos y no se dan cuenta de cómo sus actos pueden afectar a los demás. Tras un error en un pase, se encogen de hombros o se dan la vuelta y no ven el efecto que tiene eso en sus compañeros. A veces, un abrazo puede ser muy útil: un gesto de afecto puede provocar una respuesta mejor. Por desgracia, algunos jugadores piensan que tanto ellos como sus actos no son importantes. Por ejemplo, si el jugador número 18 en la rotación del equipo piensa que un abrazo suyo puede ayudar a su compañero a rendir mejor sobre el terreno de juego, tendremos más probabilidades de ganar como equipo. Al final, todo se reduce a la comunicación y la reflexión.
¿Con qué frecuencia conversas individualmente con tus jugadores?
No existe un programa fijo que defina cuándo deben producirse esa charlas, pero me dirijo a ellos siempre que lo exige la situación. Por ejemplo, hay mucha comunicación con el equipo durante los entrenamientos. Los jugadores acumulan multitud de emociones y no suelen expresar sus sentimientos, pero tienen que ser felices y desahogarse de vez en cuando. Un día normal, puedo tener hasta cinco charlas individuales. Al mismo tiempo, apoyo a mis futbolistas durante las sesiones e intento encontrar el momento perfecto para darles instrucciones, sin dejar de intentar ser un modelo de comportamiento para ellos. Para inspirar a otras personas a hacer algo, tienes que sentir pasión.
¿Qué esperas de tus jugadores?
Espero que se comporten de una manera que beneficie al equipo y que desarrollen la intuición en la relación que tienen entre sí. Sin embargo, el primer paso es estar en paz consigo mismos. Deben ser conscientes de cuál es su papel en el equipo, y el siguiente paso es tener en cuenta a sus compañeros. Es algo que a muchos jugadores les cuesta, porque no lo han practicado en el pasado. Si se centran solo en la competición, es difícil que sean solidarios unos con otros. Eso puede provocar cierta desconexión en algunos jugadores, que se ven a sí mismos como titulares pero acaban muchas veces en el banquillo.
Si conocen cual es su rol, pueden ver la situación de otra forma: voy a dar el cien por cien en los entrenamientos y voy a demostrar con ese pase que estoy para jugar, porque quiero ganar con mi equipo. Así motivo a los jugadores clave y ayudo al equipo entero a mejorar. Sin embargo, hay quien piensa primero en el interés propio en detrimento de los objetivos comunes. El equipo es la clave del éxito. El año pasado, cerramos filas como equipo y vimos lo lejos que puede llevarnos esa solidaridad.