Según el Lenguaje del Fútbol de la FIFA, se produce una ruptura de líneas cuando «un jugador avanza con el balón y supera una o varias líneas del esquema defensivo del equipo rival».
Al romper líneas, el equipo atacante consigue reducir el número de efectivos rivales que pueden defender la jugada y se acerca a la portería contraria. Se pueden romper líneas de distintas formas, ya sea penetrando, jugando por fuera o superando por alto la estructura defensiva del equipo adversario.
Métrica por cada 30 minutos (con posesión/sin posesión)
Cuando calculamos los datos del juego con o sin posesión del balón, lo hacemos utilizando la métrica «por cada 30 minutos con/sin posesión». En un partido, el balón suele estar en juego durante 60 de los 90 minutos reglamentarios. La normalización de los datos por periodos de 30 minutos, tanto cuando se tiene la posesión como cuando no, nos da una idea más precisa de lo que hacen los equipos durante el tiempo que están con y sin el balón, y elimina cualquier «sesgo de posesión».
Las figuras 1 y 2 ponen de relieve el valor de utilizar este tipo de métricas. A lo largo del torneo, España tuvo, de media, el control de la posesión durante el 60.5 % del tiempo (270 minutos con la posesión y 119 minutos sin posesión), lo que significa que pasó más tiempo de juego con el balón que sin él. Si midiéramos el número total de presiones directas de España tomando como referencia periodos de 90 minutos, las campeonas del torneo ocuparían el puesto 27 entre las 32 selecciones participantes, lo que podría hacernos pensar que el rendimiento de la Roja en este apartado fue mediocre.
Sin embargo, si normalizamos las presiones directas por periodos de 30 minutos sin posesión, España ocupa el sexto lugar entre las 32 selecciones. Esta métrica introduce una capa importante de contexto y evita el sesgo de posesión. Los resultados revelan que, si bien es cierto que España ocupó un puesto bajo en el número total de presiones directas por cada 90 minutos, en los momentos en los que no tenía la posesión era una de las selecciones del torneo que más recurría a la presión directa.
Estructuras defensivas: pocas oportunidades para jugar por dentro
Una de las principales observaciones de este campeonato fue analizar cómo afectaba la organización defensiva de las selecciones a la capacidad de los equipos atacantes para romper líneas. En 2023, asistimos a un torneo muy competido en el que se redujo el número de goles por partido y aumentó el número de porterías a cero. El GET observó que, a la hora de defender, las selecciones estaban bien organizadas y con las líneas muy juntas y compactas, por lo que los equipos atacantes tuvieron muchas dificultades para penetrar o romper líneas por dentro.
En la Copa Mundial Femenina de la FIFA 2023™, el promedio de la amplitud del campo que ocupaban los equipos cuando defendían en bloque o ejercían la presión se redujo con respecto a la edición de 2019. Como muestra la figura 3, la amplitud media de los equipos en bloque alto/presión alta fue de 36.3 m (0.6 m menos que en 2019); de 36.0 m en bloque medio (1.0 m menos) y de 33.7 m en bloque bajo (0.9 m menos). Cuanto más cerca estaban los equipos defensores de su propia portería, más estrechaban sus líneas.
Como consecuencia directa de esta reducción de espacios, el número de rupturas de línea por zonas interiores se redujo un 22 % respecto a 2019.
En palabras de Gemma Grainger, «este es un dato interesante que demuestra lo bien organizadas que estaban las selecciones cuando no tenían el balón. Resultaba difícil romper líneas por el centro, ya que había muy pocos espacios, lo que obligó a los equipos atacantes a buscar otras soluciones. Penetrar a través de las líneas rivales es la forma más eficaz de avanzar con el balón, ya que se trata del camino más directo hacia la portería, pero los equipos defensivos lo sabían y querían proteger el carril central a toda costa».
Construcción de juego por las bandas
Dadas las estructuras defensivas a las que se enfrentaban, los equipos atacantes tuvieron que dar más amplitud a su juego para aprovechar los espacios disponibles por las bandas. Estadísticamente (por cada 30 minutos con la posesión), los equipos que ocuparon más espacio a lo ancho que sus adversarios durante la fase de construcción del ataque en el tercio central del campo acabaron ganando el 76 % de sus partidos, con una amplitud media superior en 2.5 m a la de los conjuntos que perdieron los encuentros. De hecho, en once de los doce partidos de eliminación directa que se ganaron en el tiempo reglamentario, la victoria se la llevó la selección que tuvo más amplitud que su rival en el tercio central.
Según Gemma Grainger, «los equipos que se mostraron más acertados en ataque iban abriéndose a medida que construían la jugada y las futbolistas estaban convencidas de lo que hacían. Sabían que los espacios estaban en las bandas y, al abrir el juego, conseguían estirar las líneas defensivas rivales y arrastrar a las defensoras a zonas en las que no querían estar. Si los bloques defensivos basculaban lateralmente, a veces se abrían huecos por los que podían penetrar las atacantes. Y si se quedaban en el centro, dejaban espacios en las zonas exteriores que podían ser aprovechados para jugar por fuera».
En los vídeos siguientes, podemos ver cómo algunas selecciones abrían el campo en la fase de construcción del ataque para romper las líneas de los bloques defensivos de sus rivales. Es preciso destacar la paciencia de los equipos a la hora de construir el juego para obligar a las defensoras a abandonar sus líneas y crear así espacios por donde filtrar pases de ruptura.
Ruptura de líneas por zonas exteriores
Como hemos visto, resulta más difícil penetrar en las estructuras defensivas cuando el equipo rival tiene un bloque compacto y cohesionado. Por ese motivo, los espacios en zonas exteriores eran una buena alternativa que los conjuntos atacantes podían utilizar para romper líneas. Con ese objetivo, los equipos que tenían la posesión del balón se abrían y jugaban por las bandas para construir el ataque en vez de hacerlo por zonas centrales muy pobladas.
En este torneo, las selecciones que completaron más rupturas de línea por zonas exteriores ganaron el 60 % de sus partidos y promediaron 4.1 rupturas más por cada 30 minutos de posesión que los equipos que perdieron. De hecho, siete de las nueve selecciones que más amplitud tenían al intentar romper líneas por fuera avanzaron a las rondas eliminatorias y cinco de esas siete pasaron a cuartos de final.
A juicio de Gemma Grainger, las grandes selecciones tenían estrategias de ataque claras para aprovechar los espacios que dejaban sus rivales por las bandas.
«En este torneo se vio claramente que los equipos habían trabajado distintas formas de romper líneas aprovechando las zonas exteriores y superando a sus rivales por las bandas. Viendo los partidos, se podía apreciar el poco espacio que había en la zona central del campo. Los equipos atacantes encontraron soluciones manteniendo bien abiertas a sus jugadoras para que las defensas se vieran obligadas a tomar decisiones. De este modo lograban sacarlas de sus posiciones y aislarlas, lo que generaba espacios por donde romper líneas. Como podemos ver en los vídeos siguientes, esta estrategia también creaba oportunidades para que tanto las centrocampistas como otras jugadoras pudieran desmarcarse a la espalda de la defensa y recibir pases de ruptura de sus compañeras».
Rupturas de la última línea defensiva
A la hora de intentar crear ocasiones de gol, la ruptura de la última línea defensiva es la que más peligro genera, ya que suele dejar fuera de la jugada a todas las defensoras, excepto a la guardameta. No es de extrañar que las selecciones que completaron más rupturas de la última línea defensiva (por cada 30 minutos con la posesión) ganaran el 68 % de sus partidos, con una media de 3.6 rupturas más que los equipos que salieron derrotados.
La campeona España, representante del juego de posesión, promedió 10.2 rupturas de la última línea defensiva por cada 30 minutos de posesión. El 40 % de esas rupturas se produjeron por dentro, mientras que el 31 % se desarrollaron por zonas exteriores y el 29 % restante por encima de la línea defensiva rival, lo que refleja la variedad de la Roja a la hora de construir el ataque y su capacidad para romper líneas. Por su parte, la selección de Haití, un equipo muy difícil de superar defensivamente y muy peligroso al contraataque, completó el 64 % de las rupturas de la última línea defensiva por la banda, el 29 % por dentro y solo el 7 % por alto.
Según Grainger, «en este torneo se vieron muchas estrategias diferentes para romper la última línea defensiva, desde selecciones que elaboraban la jugada con paciencia para desequilibrar a las defensoras hasta equipos que optaron por contragolpes que superaban las líneas defensivas rivales en transiciones rápidas, ya fuera por el interior, por las bandas o con balones por alto. Lo que más me impresionó fue la variedad y calidad de estas estrategias, ya que cada selección tenía su estilo de juego y sus propias fórmulas para aprovechar al máximo la calidad de sus mejores jugadoras. También me llamó mucho la atención el conocimiento del juego de las futbolistas. Sabían exactamente lo que hacían y por qué lo hacían, de modo que cada jugada tenía un objetivo claro».
«Además, vimos la importancia que tiene contar con jugadoras capaces de superar a las defensoras en el uno contra uno. Este fue un factor decisivo para abrir grietas en los bloques defensivos y crear situaciones de superioridad numérica. Una vez rebasada la primera defensora, la siguiente se veía obligada a tomar una decisión, lo que resultaba importante para desarbolar la estructura defensiva. En los siguientes vídeos podemos ver algunos ejemplos de las distintas estrategias que se emplearon para romper la última línea defensiva», añade.
Las finalistas
Si nos fijamos en las selecciones que realizaron más rupturas de líneas por cada 30 minutos con la posesión, es interesante destacar que las dos finalistas, España e Inglaterra, tuvieron un porcentaje de intentos de ruptura de líneas completados (el 67 %) superior al de todos los demás equipos de la competición (el 63 %).
Si comparamos estos datos con los de la Copa Mundial Femenina de la FIFA 2019™, vemos que son muy similares. En aquella edición, las dos finalistas —Estados Unidos y Países Bajos— completaron el 74 % de sus intentos de ruptura, mientras que las demás selecciones apenas alcanzaron el 60 % de media. Esta estadística demuestra que los mejores equipos del torneo encuentran distintas formas de romper las líneas de sus rivales, ya sea por dentro, por las bandas o por encima del entramado defensivo.
Lo que les diferencia de otros conjuntos es su capacidad para reconocer las dificultades que plantean las estructuras defensivas a las que se enfrentan y encontrar distintas soluciones para romper líneas.
Resumen
Aunque no existe una fórmula infalible para romper las líneas rivales, las selecciones que demostraron tener distintas alternativas para lograrlo son las que obtuvieron mejores resultados. En 2023, las rupturas de línea por zonas interiores disminuyeron significativamente respecto al torneo de 2019, debido a la mejora generalizada en la organización y la cohesión de unos bloques defensivos muy disciplinados. En consecuencia, el porcentaje de los intentos de ruptura por las bandas que se completaron aumentó en 2023, ya que los equipos atacantes se desplegaron por los costados para aprovechar los espacios disponibles en zonas exteriores.
Las selecciones emplearon diferentes estrategias de ruptura de líneas en función de sus propios estilos de juego y de las características de sus jugadoras, pero las que se alzaron con la victoria fueron aquellas con mayor capacidad para encontrar soluciones en distintas situaciones y romper líneas de varias maneras.