En la entrevista con Arsène Wenger ya vimos cuáles son las competencias básicas que deben adquirir los jugadores para rendir al más alto nivel. En concreto, se les pide lo siguiente:
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Absorber información antes de recibir el balón;
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Analizar y evaluar esta información;
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Utilizar esta información para anticiparse y tomar decisiones con rapidez;
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Ser flexibles a la hora de tomar decisiones, para adaptarse si la situación cambia; y
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Poseer las aptitudes técnicas y físicas necesarias para ejecutar correctamente sus decisiones.
En esta cuarta entrega de la serie «Marco de entrenamiento», mostramos cómo puede un entrenador determinar qué información concreta deben recabar los jugadores, ayudarles a tomar decisiones más certeras e impartirles las técnicas que les permitan ejecutar como es debido esas decisiones. Para abordar estas cuestiones hace falta analizar el juego de forma articulada, mediante una estructura como la que nos proporciona la formación en espiral, que diferencia entre ocho intenciones relacionadas con el juego y tres dimensiones.
En el Programa de entrenadores de talentos de la FIFA, «intención» es lo que se trata de conseguir en un partido y «dimensión», el número de jugadores que intervienen directamente para que dicha intención acabe llevándose a la práctica. Por ejemplo, quien acabe consumando la intención de generar ocasiones de gol puede ser un jugador individual, un bloque o todo el equipo. El responsable de entrenamiento del TDS de la FIFA, Brais Acebal, presenta el marco de las dimensiones en la entrevista que recoge el siguiente vídeo. Después de la entrevista, utilizamos ejemplos en vídeo para mostrar lo que implican los niveles de equipo, bloque y jugador, y cómo puede ayudar el marco de las dimensiones a formar una generación de futbolistas completos, adaptables y dotados de inteligencia futbolística.
Las dimensiones como referencia para comprender las exigencias del juego
Para explicar cuáles son las diferentes dimensiones del análisis y su utilidad en la formación de los jugadores, recurriremos a un vídeo del partido de la Copa Mundial Sub-17 de la FIFA™ que enfrentó a España y Tayikistán. En esta secuencia, España, de rojo, tiene la posesión del balón. El ataque comienza con un pase vertical a través de la línea del centro del campo rival, al que sigue una apertura hacia la banda izquierda que crea una situación de 2 contra 1 en la banda. España consigue irrumpir entonces hasta la línea de fondo y finaliza la jugada con un gol tras un pase atrás.
Veamos la secuencia varias veces: cuanto más la veamos, más cosas descubriremos. Empecemos por las intenciones: ¿Qué pretenden conseguir los equipos y cómo van cambiando sus intenciones durante toda la fase de ataque? Fijémonos bien en España y en la estrategia que adopta como equipo para llevar esas intenciones a buen puerto. Observemos ahora las interacciones entre los distintos grupos de jugadores y cómo su cooperación acaba deparando el resultado que se buscaba. Por último, analicemos a cada uno de los jugadores y cómo ejecutan sus decisiones.
Intenciones
Diferenciamos entre ocho intenciones fundamentales, divididas a su vez en cuatro categorías ofensivas y cuatro defensivas. El objetivo principal del equipo atacante es marcar. Para ello, tendrá que avanzar (elaborar jugadas y avanzar), generar oportunidades de gol y materializarlas (crear ocasiones y definir). Cuando el equipo atacante no pueda avanzar, corra el riesgo de perder el balón o simplemente quiera mantener el control de la situación, su objetivo inmediato pasa a ser —temporalmente— conservar la posesión, antes de intentar lanzar otro ataque (asegurar la posesión). Tampoco debe descuidar nunca la protección de sus ataques, ya que existe la posibilidad de perder el balón en cualquier momento.
Las intenciones del cuadro defensor son exactamente las contrarias. Su objetivo principal es impedir que el adversario marque e intentar al mismo tiempo volver a hacerse con el balón. Para conjugar esos dos objetivos, debe adaptar sin cesar sus intenciones, en función de factores como la situación del partido, el ajuste táctico, la dinámica del equipo, las características individuales de los jugadores y el cansancio que se acumule. Alternará entre centrarse en proteger su meta (evitar ocasiones y defender), controlar el espacio (contener y evitar la progresión) y esforzarse por arrebatarle el balón al rival (presionar y recuperar).
Para desmenuzar los entresijos del fútbol es fundamental comprender las intenciones tanto del equipo que ataca como del que defiende, y su influencia recíproca. Estas intenciones constituyen la base de las acciones de los equipos, los bloques y los jugadores, como puede verse en las siguientes imágenes.
El nivel del equipo
Las intenciones, como ya hemos visto, describen lo que pretende conseguir un equipo, y las dimensiones son el nivel en el que pueden materializarse: el equipo, el bloque o un jugador individual. En el nivel del equipo se hace hincapié en la organización general y la ejecución colectiva de las tareas, basándose en los principios tácticos por los que se guía el conjunto. Una coordinación eficaz del equipo hará que los jugadores trabajen de manera cohesionada, al estar las funciones y responsabilidades de cada uno distribuidas de un modo claro, con lo que todos sabrán qué se espera de ellos en las diferentes situaciones. De esta forma, ubicando las acciones en el contexto del partido, se mejorará su capacidad para decidir qué es lo más adecuado.
La organización de un equipo dependerá en gran medida de la situación de juego concreta y de la intención que tenga, como hemos visto en el vídeo anterior con España. Y si bien en la fase inicial es esencial ensanchar y estirar el campo (imagen 2.1), una vez que se produce la incursión por la banda el enfoque pasa a ser otro. A partir de ese momento es esencial contar con suficientes jugadores en el área y mantener un dibujo compacto, sin descuidar tampoco la defensa (imagen 2.3). Resulta también indispensable comprender qué consecuencias entraña la nueva situación y correr a ocupar las posiciones necesarias (imagen 2.2).
Nota: en una estructura de equipo eficaz, cada jugador cumple una función concreta en cada fase ofensiva. Aunque muchas veces lo que determinará quién desempeña cada función es el plan de juego del entrenador, este aspecto no reviste tanta importancia para el desarrollo del talento. En nuestro programa basado en principios, lo primordial es que todos los jugadores comprendan cuáles son las diferentes funciones y puedan adaptarse para desempeñarlas indistintamente, como equipo, sin depender de las instrucciones del técnico.
El nivel del bloque
Pasemos ahora al nivel del bloque, cuyo análisis se centra en los grupos más pequeños que hay dentro de un equipo. Los bloques pueden formarse de distintas formas. Un ejemplo muy habitual es la diferenciación entre líneas defensivas según la organización que adopte el equipo para ello. Estas líneas actúan como bloques que deben colaborar eficazmente para mejorar el rendimiento.
Cuando el equipo tenga el balón, los jugadores pueden agruparse según la posición que ocupen en relación con la estructura del equipo contrario, situándose por delante, por dentro o a los lados del dibujo del rival (imagen 3.1). Aunque estos jugadores interactúan entre sí frecuentemente, durante el partido surgen numerosas conexiones horizontales y verticales que los obligan a formar varios bloques nuevos y funcionales.
En nuestro ejemplo, los centrales españoles empiezan combinando entre sí ante un delantero centro durante la fase de construcción del ataque (véase la imagen 3.2). A continuación, el central derecho escudriña el campo en busca de opciones de pase hacia arriba y sus compañeros se le ofrecen en distintas posiciones. Esta situación puede interpretarse como un 3 contra 2 (imagen 3.3), un 4 contra 3 (imagen 3.4) o un 6 contra 5 (imagen 3.5) verticales. Tras el cambio se produce un 2 contra 1 en la banda, donde el lateral se desdobla adelantando al extremo (imagen 3.6). Para culminar el ataque, los tres atacantes que entran primero en el área deben coordinar sus carreras para generar distintas opciones de pase y espacio entre ellos (imagen 3.7).
Al analizar la coordinación entre los jugadores que intervienen en estas situaciones, los entrenadores pueden evaluar lo siguiente:
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Si los jugadores han comprendido bien sus funciones dentro del equipo y del bloque en las distintas fases del ataque, como el apoyo del lateral izquierdo al extremo para crear una situación de 2 contra 1 en la banda (imagen 3.6).
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Si son conscientes de la posición que ocupan respecto al balón, los compañeros, los rivales y la dirección del juego, representada por la posición estratégica entre líneas de los centrocampistas ofensivos (imagen 3.3).
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Hasta qué punto conocen los fundamentos tácticos y los principios básicos pertinentes para que la jugada avance y crear ocasiones de gol en bloque, como la dirección del pase del extremo hacia la portería para eludir al defensa (imagen 3.6).
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Su capacidad de crear espacios para los compañeros mediante movimientos estratégicos, como la carrera hacia el primer palo del delantero, que abre un hueco a su espalda (imagen 3.7).
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Su capacidad de anticiparse a las acciones de los compañeros y actuar según proceda, como se ve cuando el centrocampista ofensivo ocupa el espacio abierto por el delantero con su carrera hacia el primer palo (imagen 3.7).
El nivel del jugador
Por último, ya en un plano individual, el análisis se centra en las acciones y la toma de decisiones concretas de cada jugador. Para estructurar y clasificar estas acciones distinguiremos entre dos funciones generales, que se llevan a cabo con y sin balón. Cuando un equipo ataca, el jugador que tiene el balón se denomina atacante 1 (A1). Este jugador realiza acciones como recibir, regatear, pasar, centrar o cabecear la pelota. Los demás atacantes, que influyen en el juego mediante su colocación y sus movimientos sin el balón, se denominan atacante 2 (A2). Con los defensores se hace una distinción semejante. El que marca directamente al A1 es el defensor 1 (D1), mientras que los demás, que proporcionan cobertura, vigilan a otros atacantes o protegen el espacio, se denominan defensor 2 (D2).
En el fútbol, estas funciones son dinámicas, especialmente cuando un equipo tiene el balón. Por lo general, un jugador primero se ofrece para recibirlo; en cuanto lo tiene, lo distribuye y, posteriormente, cambia de posición para asumir una nueva función o prepararse para lo que vaya a hacer luego. Es esencial que el jugador sepa reconocer la conexión que hay entre las acciones con balón y sin él, ya que así será más eficaz en distintos aspectos: corrigiendo su ubicación antes de recibirlo, anticipándose a la jugada mientras se coloca estratégicamente o cambiando enseguida de sitio tras distribuir la pelota.
Fijémonos, para visualizarlo mejor, en los movimientos y acciones con el balón del centrocampista ofensivo que acabaría marcando en el vídeo. En este análisis se puede ver cómo la intención general, la función del jugador en el equipo y la comunicación entre los distintos bloques determinan las acciones individuales.
Es importante tener en cuenta que cada situación puede abordarse de distintas maneras y que cada jugador puede resolver un mismo problema de forma ligeramente distinta. Lo que importa en el fútbol no es si el jugador se ha ceñido estrictamente a una solución concreta, sino si ha afrontado la tarea de un modo eficaz. Por ejemplo, en la imagen 4.3, la clave está en no cejar en el ataque e impedir que el adversario recomponga su línea de mediocampo, girándose rápidamente con el balón. Hay indicaciones que pueden resultar útiles, como perfilarse, recibir el balón con el pie adelantado (el derecho) y adelantarlo con el pie retrasado (el izquierdo) en el segundo toque, pero la situación de juego concreta y las características individuales del jugador podrían dar como resultado una solución diferente. Por lo tanto, los entrenamientos se deben centrar en ayudar a los jugadores a dotarse de un repertorio de recursos que les permitan alcanzar cualquier objetivo.
Para concebir unas intervenciones que sean eficaces y ayudar a los jugadores a superar sus límites de aprendizaje individuales, es esencial comprender por qué pueden tener dificultades en determinadas situaciones. Nuestro análisis en varios niveles muestra que la raíz de un problema puede estar en el plano del equipo, del bloque o del jugador individual, y que existe una dependencia mutua entre todos estos niveles.
En el nivel del jugador, cabe señalar tres dificultades particulares. En primer lugar, puede haber un problema de percepción, cuando el jugador no asimila la información oportuna. En segundo lugar, cuando el jugador reconoce una oportunidad pero carece de la visión táctica necesaria para aprovecharla, tal vez se trate de un problema de toma de decisiones. En tercer lugar, cuando el jugador sabe qué hacer pero no consigue ejecutar correctamente la idea que ha tenido, podemos estar ante un problema técnico. La forma física y el estrés de los jugadores influyen en todos estos factores. El cansancio puede perjudicar la toma de decisiones y la ejecución técnica de un jugador, y el estrés puede afectar a su capacidad de percibir y procesar información esencial.
Resumen
En la formación en espiral, los entrenadores no intentan impartir un plan de aprendizaje fijo, sino que buscan el desarrollo individual a través de un proceso dinámico y circular de planificación, ejecución y revisión. Para seguir este enfoque, deberán analizar a los jugadores al detalle, evaluar sus destrezas en función de las exigencias de los partidos y preparar entrenamientos específicos para transmitirles cómo pueden cumplir con dichas exigencias.
En este artículo se han expuesto las características principales de un marco que permite detectar esas exigencias y compararlas con las aptitudes de los jugadores que tengamos. Analizando el vídeo elegido como ejemplo a través del marco de las dimensiones, hemos visto cómo detectar las principales dificultades que podemos encontrar en los tres niveles: equipo, bloque y jugador. Dotar a los jugadores de las competencias necesarias para afrontar estas dificultades requiere un enfoque centrado en el futbolista e inspirado en el juego real, que trascienda los ejercicios descontextualizados y las tácticas rígidas. En nuestro próximo artículo profundizaremos en el proceso de entrenamiento y propondremos ideas para preparar entrenamientos específicos.
Nota: hay que insistir en que el Programa de entrenadores de talentos no pretende mejorar únicamente el rendimiento colectivo del equipo, sino que se centra en la formación individual del jugador. Nunca dejamos de centrarnos en los jugadores, también al analizar la dinámica de estructuras como el equipo o bloques concretos. La coordinación del bloque y del equipo se consideran instrumentos para fomentar la sintonía y una comunicación eficaz entre los jugadores. El objetivo principal del Programa de entrenadores de talentos en los niveles del equipo o el bloque es proporcionar a todos los jugadores una mayor comprensión del juego, dejar claras cuáles son sus funciones individuales y establecer los principios tácticos por los que deben orientarse. Este enfoque tiene como prioridad absoluta la formación de cada jugador, al tiempo que fomenta la inteligencia táctica colectiva.
En breve les ofreceremos el próximo artículo.